SPE Defectos Especiales Full Album
SERGIO POLI
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Sergio Poli Ensamble - Defectos Especiales
00:00 1. Kir
06:25 2. Fibo
12:09 3. A Don Manolo Lagos
17:15 4. Bastet
23:09 5. El Zorzal de Messiaen
27:45 6. Defectos Especiales
32:13 7. Candombe 57
40:37 8. J´adoube
46:03 9 Buey solo
Todos los temas compuestos por Sergio Poli
Sergio Poli : violín
Maximiliano Abal : guitarra
Julián González : teclados
Santiago Epele : bajo
Daniel Viera : batería
Potolo Abrego : percusión
Sofía Vocaturo Tambor piano en Candombe ´57
Ana Vocaturo Tambor chico en Candombe ´57
Paula Mesa, Lucas Poli y Tiago Poli: palmas en El zorzal de Messiaen
El Zorzal de Villa Castells: voz en El zorzal de Messiaen
Grabado en Mirífico Estudio el 3 de agosto de 2019.
Grabación, mezcla y master por Juan "Cana" San Martín en Astor Mastering - www.astormastering.com.ar
Diseño: D. C. V. María Alejandra Arce www.soyalearce.com.ar
Producido con financiación parcial del programa Programa de apoyo a la Realización, PAR, UNLP
Contar una fotografía es tan arduo como explicar por escrito un sonido. Aquí se intentará, sin red, invitar a unas músicas a partir de una foto ausente. Una imagen temprana de Sergio Poli que ilumina. Todo está en ella como el árbol en la almendra. Imaginen. Blanco y negro. Un niño tomado en picada. Imaginen. Tiene unos seis años. El corte taza, el flequillo como una cortina rubia y lacia que oculta sus rasgos. El pantalón corto. La remera a rayas. Imaginen. A su izquierda, un poco atrás, una maceta con una plantita. Nada hay, en esa imagen que ustedes han imaginado, que no connote los años 60. El niño lleva un violín. Su cara se inclina hacia él como si le estuviera contando un secreto. El arco vibra ante el futuro que le es revelado. Los dedos se ven ya ágiles y diestros. ¿Pero no será demasiado el peso? Por el contrario, el niño se desvanecería en el paisaje de la época si no fuera por el instrumento. Ese violín es una máquina de hacer pájaros. Se lo lleva a volar. A adueñarse del aire. A ir sobre el ajedrez de techos de chapa en busca de amigos que sean como él pero distintos, que tengan muchas ganas de volar y de jugar. A descubrir juntos, que es hacer juntos. A aprender que el nacimiento bien puede ser un candombe. A encontrar. Paisajes interiores. Risas. Lágrimas y lamentos. Lagos a la vera de los cuales jazz y folklore juegan al truco. A despertarse con un zorzal que todas las mañanas, al filo de la luz, celebra el sol. A descubrir rondas de gatos clandestinos, y entre ellos, la diosa. Todo está en esa foto plena de sonido y de añoranza por lo que vendrá. Imaginemos, veamos: una cancha con tablones de madera a los que un aullido sostiene, un hombre solo en un escenario ensayando con su contrabajo, feliz de escuchar la música desde su raíz grave, un encuentro con Borges y muchos con Manolo Juárez, un estadio lleno y voces que lo aclaman, tangos en Japón y óperas en La Plata. Y notas. Una, dos, tres, cinco, ocho, veintiuna, treinta y cuatro notas. Con swing. Con la inmensa ayudita de los amigos. Amigos que todo el tiempo están haciendo solos pero nunca hacen un solo. Amigos que se bancan sus defectos especiales. Y lanzados en bandada, trazan un vuelo nunca visto, un canto que jamás en todos los tiempos se había escuchado en la tierra entera. Porque en ninguna parte existía. Salvo en aquella foto que ustedes imaginaron gracias a esta música.
J. B. Duizeide